Por Horacio Nájera
En el mundo de los negocios y la economía existe un concepto llamado “Destrucción Creativa” que aparece cuando el cambio de prácticas obsoletas o anticuadas involucra su destrucción o interrupción abrupta como parte del proceso.
Al repasar el pasado reciente de Tigres desde una perspectiva del manejo directivo del club, de alguna manera esta teoría de ‘construir destruyendo’ me va pareciendo más sensata, especialmente cuando es evidente que hay personajes empresariales de CEMEX metidos en las formas y hasta el fondo.
Aquí hay que aclarar que, al menos desde afuera, la diferencia entre resultados entre la anterior directiva de Tigres y la que llegó desde la CDMX es evidente en la manera de hacer las cosas.
Creo que a una directiva se le tiene que evaluar desde tres indicadores: títulos, contrataciones de jugadores y contrataciones de técnicos.
Si, la nueva administración tiene ya una liga en sus vitrinas, pero a quien les dio esa copa lo echaron por la puerta de atrás de una manera deleznable y de la que hasta ahora nadie ha dado la cara. Si, se han contratado jugadores de renombre, pero entre la rotación de entrenadores, rendimientos irregulares y por momentos en apariencia faltos de compromiso, pues las odiosas comparaciones con los legendarios que aún siguen y los legendarios que ya se fueron continúan. Y en la femenil, pues la cosa anda más o menos por las mismas. Las amazonas se siguen quedando en la orilla y se viene una final internacional de la que poco se espera aún y cuando se juega en casa.
Es aquí donde regreso al tema de la “Destrucción Creativa”. Se dijo mucho que Veljko Paunovic fue destituido por una mala relación con la base veterana del club. Guido Pizarro, parte esencial de esa base, fue entonces traído como nuevo entrenador para aprovechar, dijeron varios, “el valor de la amistad” y el potencial táctico del argentino.
Desde la “Destrucción Creativa”, la nueva directiva y el enlace con CEMEX bien pudieran haber planificado y facilitado los cambios con el objetivo de desplazar de a poco a los capos en el vestidor, iniciando con Pizarro, a quien su novatez ellos sabían le iba a salir cara en la liguilla. Ya sin Pizarro, el efecto de cascada seguiría hasta llegar a desmantelar toda huella de la generación dorada de los Tigres. Parece que Carioca ya se va, igual es uno menos.
Destruir para construir.
La gran duda es si los arquitectos encargados de la obra son los más competentes, si son los más adecuados, y si era necesario que lo que ha costado tanto edificar desde la pasión universitaria valga la pena derrumbarlo solo porque no lo hicieron ellos.