Por Horacio Nájera
Cuando Antonio Mohamed anunció su salida de los Pumas para enfocarse en su recuperación mental, prácticamente nadie en el ambiente del futbol salió a felicitarlo públicamente.
Cuando Antonio Mohamed levantó la copa de campeón con el Toluca, muchos en el ambiente del futbol salieron a celebrarlo.
Bien dice el dicho, que al nopal solo lo van a ver cuando tiene tunas.
La historia de vida del “Turco” es admirable. Más allá de su desparpajado estilo de juego, su rebeldía dentro y fuera de las canchas y su alocada personalidad, parece que Mohamed ha aprendido a transitar por la vida con el dolor al lado.
A los nueve años, el “Turco” vivió la muerte de su hermano de apenas cuatro años. Mucho tiempo y un continente después, su hijo Faryd falleció en un terrible accidente automotriz mientras padre, hijo y amigos recorrían Europa aprovechando el mundial de futbol.
En México, Mohamed tuvo que abrir su vida privada por las críticas por abandonar un entrenamiento y viajar a Argentina. A su regreso, el entrenador reveló que su ausencia fue para finiquitar su divorcio.
Después vino la eliminación por Tigres, y el anuncio de la pausa: “es una decisión de descansar un poco, de liberar la cabeza. A veces la mochila se carga de más” dijo Mohamed en la conferencia de prensa.
Y si, el “Turco” descansó y luego regresó al futbol Mexicano, haciendo a un lado ofertas de Argentina y Arabia. Toluca lo convenció de volver y él se sintió listo para pisar la cancha de nuevo. Hizo la tarea y vino por la puerta grande, dándole el campeonato a los diablos después de muchos años, y a su cuenta personal la cuarta copa con igual número de equipos.
Bien por el “Turco”, mejor por Antonio.
La recarga mental es necesaria para todos. No todos estamos en una posición como la de Antonio Mohamed de trabajar como entrenador de futbol en la primera división profesional, pero si compartimos los desafíos de la presión de sobrevivir en una sociedad que aprieta más que equipo en final de Champions.
